Somos lo que decidimos hacer con nuestra energía. Sólo hemos de canalizarla en actividades o estados que nos permitan expresar aquello que nos identifica. Llamen pulsión a la energía y sublimación a su expresión y manejaremos una teoría psicoanalítica en toda regla.
A menudo no somos conscientes de que "vivir" implica "convivir"; acostumbrados a una sociedad que promulga el egoísmo y la competitividad, canalizamos esa energía intentando destacar por encima de todo y generando, en muchos casos , una patológica intolerancia a la frustración.
Convivir o vivir con el prójimo, significa respetar, caminar con, acompañar. Y sólo eso, caminar con otros, respetarles, permitir que te acompañen, ser respetado...merece el existir en el coexistir, el vivir en el convivir.
Los pulsos emocionales -reconozcámoslo- únicamente reflejan poca confianza en las propias aptitudes: de nuevo la frustración hace su aparición en aquellas personalidades que necesitan demostrar su valía constantemente frente al menoscabo de las valías ajenas o simplemente anteponer su particular orden de cosas para asegurar los propios cimientos.
Personalmente, este viernes de septiembre, me declaro afín a las teorías del fundador del psicoanálisis...