ONAMUJI Y EL CONEJO

" Onamuji era un descendiente de Susanowo. Él junto con sus muchos hermanos, compitió por la mano de la princesa Yakami de Inaba. Mientras viajaba de Izumo a Inaba para cortejarla, los hermanos se encontraron un conejo desollado yaciendo en una playa. Al ver esto le dijeron al conejo que se bañase en la playa y se secara con el viento en una alta montaña, el conejo les creyó y sufrió en agonía. Onamuji vió al conejo dolorido y lo mandó bañarse en agua fresca y cubrirse con un polvo de la flor gama. El conejo sanado, quien en realidad era una deidad, le informó a Onamuji que él sería quien desposaría a la Princesa Yakami."

Con esta pequeña pincelada de mitología japonesa regresamos después del período estival. Iniciamos nuestra andadura, Sara y servidora, entrando casi en la primavera con nuestras ideas fulgentes y florecientes acompañando la lucida estación. El verano ha traído consigo el paréntesis que supone la desconexión con la vertiginosa actividad del resto del año, el frenesí que diría el amigo Calderón...revivimos una y otra vez el mismo ciclo vital, cambiando al ritmo en el que la naturaleza lo hace, con rutinas instauradas en cada época, con la ilusión de empezar proyectos motivadores por novedosos o conocidos. Y terminado el tiempo de asueto ansiamos otro de recogimiento en el que la normalidad (la incierta vida normal) dirija nuestras jornadas. Y es en nuestra normalidad donde, este modesto y para nosotras estimulante proyecto, retorna para quedarse otro ciclo más...

Pero hablemos de fábulas. En ese suceder más o menos monótono de la existencia, nuestras acciones pueden ser el germen de la felicidad o de la amargura, pueden generar resultados exitosos o los fracasos más absolutos. Somos las decisiones que tomamos y las experiencias vividas van marcando esas decisiones que definen nuestra personalidad e interacciones. Pocas veces los dilemas son transparentes como las aguas sanadoras : se asemejan por regla general a las más revueltas que paradójicamente consiguen curtir las heridas aunque escuezan. En ambos casos, las consecuencias revierten y marcan. No se nos devuelve el buen o mal karma sino que toca pagar por los miedos que nos impidieron actuar, las situaciones que no quisimos afrontar, las frustraciones que nos hicieron comportarnos de manera egoísta, la rigidez, el auto engaño...o en cambio disfrutar las mieles de los actos altruistas, de la superación, de la ternura dada y recibida, de la construcción frente al inmovilismo, del cambio estimulante y sed de aprendizaje, de la sana autoestima, de la ausencia de comparación...

Una conversación surgida esta semana, me hace reflexionar sobre la importancia de despojarnos de las necesidades, entendidas como dependencias. Nos mueven los sueños, conquistar a la princesa and lived happily ever after...pero el vivieron felices, en la vida en general, ha de trabajarse con ahínco lo que implica tener la suficiente flexibilidad para desprenderse de las tendencias aprendidas, tan cómodas y tan terriblemente castrantes.

Hay personas a las que mueve el pragmatismo : las hay con sentimientos nobles y otras que pasarán la vida intentando demostrar cosas caiga quien caiga. Hay personas en las que prevalece lo emocional, que sufren en marañas de sentimientos y lloran y ríen con la misma intensidad. También hay personas que guardan sus emociones y miedos más hondos y tratan de compensarlo con análisis exhaustivos de las miserias propias y ajenas...

En cualquier caso, todos buscamos lo mismo, sólo cambia la motivación y el grado en el que el ego prevalece en esa búsqueda de lo que nos satisface. El ejercicio de modificar cada cierto tiempo nuestros mapas mentales, puede ayudar a superar los temores más puros y arraigados y proporcionar la motivación que empuja hacia la ilusión, aumenta nuestras capacidades y aleja cinismos mal entendidos y rencores. En definitiva, invertir en limpiezas periódicas y cíclicas como las estaciones, vencer apegos y aferramientos propios, genera satisfacción y tranquilidad con uno mismo y con nuestro siempre influyente entorno.

No ignoren las señales que aparecen en nuestros caminos, atajos y precipicios. De este modo la acción más nimia puede ser una baldosa más que facilite la andadura individual y nos conduzca hacia las deseadas metas.