"El 20 de junio es el "día Edo" una celebración especial que la familia Edo inventó en conmemoración de sí misma.
A continuación, relato las actividades que se suceden durante el día Edo.En primer lugar, mi abuela, mi madre y yo intercambiamos El saludo de rigor : " Buenos días, Aiko. Buenos días, Masako. Buenos días, Midori. " Normalmente, nos saludábamos todas las mañanas porque si no lo hacíamos, mi abuela se ponía hecha una furia. Pero mientras que el resto del año bastaba con un simple "Buenos días", el 20 de junio teníamos que utilizar la fórmula completa. Era un ritual que no hacíamos ningún día del año, ni siquiera el primero de enero.
A continuación viene el intercambio de regalos.
A la hora del desayuno, mi madre, mi abuela y yo nos reunimos en torno a la mesa, cada uno con dos sobres de papel. Debemos escribir la palabra "Gracias" en ambos sobres. Es imprescindible que esté escrita a tinta, no valen los bolígrafos ni los rotuladores. De lo contrario, mi abuela también ponía el grito en el cielo. Yo pongo mil yenes en cada uno de mis sobres, mi madre pone dos mil en los suyos y mi abuela, tres mil. Tras una leve inclinación de cabeza, cada uno de nosotros entrega sus sobres a los demás. Durante la entrega y recepción de los sobres, nos dedicamos breves reverencias y sonrisas, pero no por imposición de mi abuela, sino porque nos parece de mala educación dar y recibir dinero con cara de poco amigos. Es una especie de acuerdo tácito entre los tres.
Luego viene la siesta.
Si es un día festivo, dormimos la siesta en la habitación, los tres juntos. Los días laborables, cada uno busca el mejor momento para echar una cabezadita en su lugar de destino: yo en el colegio y Aiko en el tren, en una cafetería o en la biblioteca. Puesto que se trata de un ritual para atraer la salud, en caso de que nos sea imposible dormir la siesta, la intención es lo que cuenta.
El siguiente acto es la puesta de sol.
Pase lo que pase durante el día, al anochecer tenemos que estar de nuevo en casa. Nos quedamos los tres de pie en el lavadero donde tendemos la colada y contemplamos la puesta de sol. Como hay más edificios altos que antes, no alcanzamos a ver la línea del horizonte, pero si miramos en aquella dirección vemos el extremo superior del sol escondiéndose a lo lejos. Nos quedamos allí, en silencio, hasta que el disco rojo se ha hundido por completo. Ese día nunca llueve, quizá porque es el día de la familia.
Por último, viene el despilfarro.
Después de la puesta de sol, cada uno de nosotros coge los dos sobre que ha recibido por la mañana y vamos a comprar al supermercado. Con el dinero de los sobres compramos toda clase de artículos prescindibles para la supervivencia, como golosinas, chocolatinas, bebidas y revistas, entre muchos otros. Yo tengo cinco mil yenes, mi madre tiene cuatro mil y mi abuela, tres mil. Es mucho dinero.
El despilfarro es el acto que culmina el día Edo. Es una celebración única, una fiesta conmemorativa familiar al margen del día de la madre, el día del padre y el día del niño."
Justo en la antesala de la Navidad, leo este fragmento del libro "Algo que brilla como el mar", de la autora japonesa Hiromi Kawakami : la imagen de la familia Edo festejando su día lejos de la tradición impuesta, consigue que esboce una sonrisa en una tarde en la que el poso de las primeras felicitaciones empezaba a formar una mueca interna,mitad tristeza, mitad hastío.
No sería en absoluto original hacer un alegato anti navideño : estoy segura que hay gente que disfruta de estas fechas porque le traen gratos recuerdos y suponen una excusa para pasar ratos agradables en buena compañía . Es el sentir de la mayoría, a quien no entusiasma la parafernalia que conlleva pero se deja llevar por lo que de positivo pueda suponer. Otros tantos, renegarán sin duda y con motivos más que fundados sobre estos días para ellos artificiales y repletos de compromisos de los que huyen el resto del año (véanse las familias de estampa y las familias no tan estampiles o estampadas). Cada cual lo vive a su manera, claro está...pero no me negarán que el día Edo tiene un regusto de autenticidad que ya quisieran muchas celebraciones para sí....